sábado, 29 de agosto de 2009

Si hay algo que de verdad me impresiona de América es la diversidad. Es alucinante lo que puede cambiar un paisaje desde que te montas en el coche hasta que te bajas. Abres los ojos 40 minutos después y, ahí donde veías 100 hectáreas de árboles inmensos rodeándote, ves ahora un pueblo a orillas del río donde pasean carruajes tirados por caballos.

Annapolis. Un puerto donde la gente se puede permitir yates del tamano de una casa y casas del tamano de cruceros. Donde la mitad de las personas que pasean son futuros soldados de la marina americana... y la otra mitad son turistas que intentan ligarse a algun futuro marinero. Las calles huelen a caramelo y a chocolate fundido, los críos juegan por las plazas, las limusinas blancas paran delante de las heladerías, las parejas se besan apasionadamente en los barcos... y los atardeceres cubren un paisaje que parece estar disenado para una postal.

Just amazing.

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