martes, 18 de agosto de 2009


En estos momentos: té de grosella en mano, para hacer la digestión. Gastarse 100 euros en un japonés no puede ser del todo sano. Ahora mismo mi estómago ruge y mi cerebro está lleno de arroz.
Ha sido una experiencia totalmente americana, aún estando en un japonés. Un simpático filipino te cocinaba delante de las narices, en tu propia mesa, sobre una superficie de acero inoxidable. Ante la atenta mirada de todos, dicho personaje se limitaba a hacer malabarismos de todo tipo con los alimentos que nos ibamos a comer. Hemos sido testigos de cómo los huevos volaban de un lado para otro y caían estratégicamente encima de un cuchillo que los partía justo por la mitad. Ha sido, definitivamente, el huevo más complejo que me han cocinado en la vida.

Dejando de lado el show del final del día, he dedicado mi manana a una de las tres actividades más demandadas del condado: ser voluntario. Se puede ser voluntario de todo en este lugar: puedes desde cuidar ninos ajenos hasta servir cafés.
En este caso, me he dedicado a colocar libros en la escuela. Como recompensa, en lugar de dinero, por cada hora trabajada podías elegir uno.
Llamada por la ambición y la cantidad de montanas de libros donde poder elegir... me he quedado tres horas. Y como resultado, un par de novelas de misterio de Stephen King y otra de Oliver Sacks. No está mal.

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